domingo, 7 de agosto de 2011

Cien años de cantinflear: Cuando la comedia se hizo verbo







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Fecha: 7 de agosto de 2011

1911 - 2011 El 12 de agosto se festeja el centenario de Mario Moreno, el gran comediante mexicano
Sus intrincados juegos de palabras y sus conjugaciones verbales inexistentes se hicieron tan célebres, que la RAE adoptó las palabras "cantinflear" y "cantinflada" dentro de su diccionario. Pero el impacto de este artista en la cultura popular hispanoamericana a un siglo de su nacimiento va más allá de su caos lingüístico y su humor pícaro: Cantinflas es hoy el epítome del hombre humilde de ayer y hoy que sobrevive sin dinero pero con gran astucia. El intelectual mexicano Ilan Stavans analiza su figura.

Evelyn Erlij
Cuenta la historia que en plena Guerra Fría, cuando las dos grandes potencias ideológicas mantenían al mundo dividido en dos, Estados Unidos acusó a sus vecinos del sur de tener un gobierno simpatizante con los comunistas. Indignado por las declaraciones, el Presidente mexicano de entonces, Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), se esmeró en aclarar: "No somos de la izquierda ni de la derecha, sino todo lo contrario".

Podría decirse que el cantinfleo -la costumbre de hablar mucho sin decir nada- es el arte por excelencia de algunos políticos, pero quien lo llevó a su máxima expresión fue sin duda el hombre que inspiró el término: Mario Moreno, "Cantinflas", el comediante más célebre y querido de Hispanoamérica, cuyo centenario de su nacimiento se celebrará el próximo 12 de agosto. El hecho de que haya pasado a la historia como verbo y sustantivo -algo que la Real Academia de la Lengua oficializó en 1992 al integrar "cantinflear" y "cantinflada"- refleja la gran influencia de este personaje en la cultura de los países de habla castellana, donde sigue vigente a 18 años de su muerte.




"Democracia, mire usted, según la lengua española traducida al castellano, quiere decir demo, como quien dice dimo y dimo con qué nos quedamos - cantinflea Cantinflas en la película 'Si yo fuera diputado' (1951)-. Y cracia, que viene a ser igual, porque no es lo mismo. 'Don Próculo se va a las democracias', que 'demos cracias que se va Don Próculo'", dice el personaje en medio de una de esas explicaciones imposibles que lo hicieron famoso.

Fueron estos juegos de palabras y esta habilidad desconcertante de improvisar frases sin sentido las que lo convirtieron en verbo: nadie mejor que él fue capaz de "hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada", como apunta la RAE en su definición del verbo cantinflear. Su impacto en la lengua castellana ha llevado incluso a que se le atribuya haber transformado y reinventado el idioma con sus verbos mal conjugados y sus adjetivos y adverbios inventados. Sin embargo, la academia aún no se ha adentrado demasiado en este tema, como tampoco en el de su impacto en la cultura popular latinoamericana.

"¿Por qué la academia no ha tenido mayor interés en estudiar la figura de Cantinflas? Porque somos unos pretenciosos. Porque lo que se hace en la academia divierte sólo a los muertos", explica el ensayista y académico mexicano Ilan Stavans, uno de los pocos intelectuales de peso -junto al escritor Carlos Monsiváis- que han analizado la figura de este célebre comediante. En 1998, de hecho, publicó el libro "El enigma de Cantinflas: Ensayos sobre la cultura popular hispana".



"Es una figura atemporal, ahistórica, imperecedera. Sin duda es el comediante hispanoparlante más importante de todos los tiempos. Pero Cantinflas, alias Mario Moreno (¿o viceversa?), es mucho más: un símbolo de la clase obrera estancada, un subversivo vestido de clown , y un admirable lingüista cuyas lecciones nada tienen que ver con el aula de clase. No me cabe duda que mientras exista el mundo hispánico, Cantinflas estará entre nosotros. Todos nuestros comediantes son hijos de Cantinflas, así como todos nuestros escritores somos descendientes de Cervantes", afirma Stavans, cuya nueva publicación "¿Qué es la hispanidad?" (FCE), una serie de conversaciones con el historiador Iván Jaksic, será lanzada en noviembre en la Feria del Libro de Santiago, a la cual vendrá para presentar su trabajo.

Hijo del pueblo

Uno de los motivos por el cual el llamado "Chaplin mexicano" no trascendió las fronteras del mundo de habla hispana es precisamente por lo complejo de su lenguaje, algo en lo que Charlot era más universal. "Chaplin triunfó en el cine mudo. Su talento estribaba en la pantomima. De allí su dimensión es global, porque para gozar a Chaplin no hay necesidad de traducirlo. Cantinflas es más limitado. Él es nuestro y de nadie más porque es intraducible. Nos hace reír con frases torpes, caóticas, inacabadas. Hace años un amigo mío intentó una traducción simultánea durante la proyección de una de sus películas y fracasó grandiosamente", cuenta Stavans.

Mario Moreno nació en 1911 en un barrio pobre de Ciudad de México, y luego de una difícil infancia -fue el sexto de 13 hermanos- llegó a las carpas de los circos populares. Su personaje Cantinflas era en parte lo que había sido él: un joven de extracción pobre que se esforzó a diario por conseguir sus monedas, en el contexto de un México preindustrial marcado por el éxodo del campo a la ciudad; de un país contradictorio que luchaba por adentrarse en la modernidad mientras sus vecindades estaban colmadas de carencias y analfabetismo.

Esto explica que el personaje haya sido tan querido en los estratos populares y medios de todo el continente. "Puede que Cantinflas sea una expresión del 'peladito' mexicano (como se llama a las personas de los sectores sociales bajos). Pero toda América Latina tiene variantes de ese tema: el obrero ocioso, el analfabeto, el romántico empobrecido", explica Stavans. Cantinflas era, como escribió Monsiváis, "un verdadero hijo del pueblo", una figura que encarnaba la picardía de aquellos que no tenían (y no tienen) nada más que la astucia para defenderse de los abusos de la sociedad. "La ignorancia era su arma", escribe Stavans en "El acertijo de Cantinflas".



Pero a diferencia de Chaplin, su mensaje era apolítico, ya que se adaptaba a la realidad más que intentar cambiarla. "La ideología de Cantinflas es la anarquía. En su obra, se burla de todo: de la autoridad y la sumisión, del amor y la soledad, de la belleza y la fealdad, de los hombres y las mujeres, de los ricos y los pobres, de Dios y del diablo", explica Stavans, pero también apunta en su ensayo que su espíritu subversivo nunca alteró el statu quo.

Las claves de su humor

"La figura de Cantinflas crea en Latinoamérica una relación estrecha entre humor, cultura de masas e identidad. Esto, debido a que el humor constituye una práctica discursiva que, en el marco de la cultura de masas, tiene una función más allá de la sola fruición", explica Luis Nitrihual, académico de la Facultad de Educación y Humanidades de la Universidad de La Frontera, uno de los pocos chilenos que han estudiado a Cantinflas desde el punto de vista de la cultura de masas y la modernidad en América Latina.



"Cantinflas nos sirve también como un cierto punto moral: Al igual que Chaplin nos muestra que no es necesaria la vulgaridad y obscenidad para hacer reír. Cuando lo vemos, tenemos una nostalgia por la limpieza de su humor. Es un humor familiar, de taza de café y pan tostado. Logra hacer confluir a la familia en torno a la pantalla -agrega el académico-. Es un personaje tan mexicano, como chileno, como argentino. Es un latinoamericano que nos recuerda las estratagemas, esas 'buenas mentiras', esos 'buenos engaños', que a los pobres les permiten sobrevivir en un mundo hegemonizado por el poder del dinero y la fuerza".



Sobre la transversalidad de su humor en todo el continente, Ilan Stavans explica: "El México de Cantinflas era un México de encuentro. Se hacía un cine que llegaba a todo el mundo. Por eso, desde el principio su público fue trasnacional. Las clases baja, media y alta en Bogotá se carcajeaban con él, las de Madrid, las de Buenos Aires, Santiago, Caracas. Por cierto, me resulta curioso pensar que justo cuando Cantinflas creaba películas como 'Ni sangre ni arena', Borges escribía cuentos como 'El jardín de senderos que se bifurcan'. El argentino cosmopolita es un producto del sueño europeizante de nuestro continente. Cantinflas simboliza lo autóctono, la latinoamericanidad sucia, pedestre, interrumpida. Uno ve hacia afuera, el otro hacia adentro".

-¿Se trata de un humor vigente? ¿O está estrechamente relacionado al momento histórico-social en que surgió?

"Aunque surge en la Época de Oro del cine mexicano, en la década del cuarenta, la rebasa fácilmente. Su película 'Allí está el detalle' tiene el mismo valor que 'Los olvidados' de Luis Buñuel. Ambas iluminan no un instante sino una condición. Cantinflas reflexiona sobre la porción olvidada de la industrialización del siglo XX: el trabajador cuyos modos son anticuados, incapaz de insertarse en la modernización. Buñuel ofrece un mosaico de los niños callejeros, muchos de ellos huérfanos, que pululan por Ciudad de México sin rumbo, al margen del progreso".

El chileno que brilló al lado de Cantinflas



"¡A volar, joven!" (1947) fue una de las 47 películas que protagonizó Cantinflas, y junto a él actuó un joven llamado Nono Arsu, quien al poco tiempo cobraría notoriedad en el cine y sobre todo en la televisión mexicana. Lo que no se sabe es que Aarón Sussely -su nombre real- era chileno : nació en estas tierras en 1926, y luego de probar suerte en Radio Nuevo Mundo en Santiago partió a México, donde comenzó una carrera en el mundo del espectáculo. Además de compartir pantalla con Cantinflas en esa película -en la que el comediante era un soldado sin disciplina enamorado de una criada-, también participó en varias cintas con el célebre Germán Valdés "Tin Tan", y con la estrella española Sara Montiel . Nono Arsu alcanzó la fama gracias a su personaje radial del Profesor Colgate en los años 50, y luego se convertiría en la estrella de la comedia musical "La pelirroja", en cuyo coro participó un joven Plácido Domingo de 19 años. El artista chileno-mexicano murió en 1980 a los 54 años en Estados Unidos.

Mario Moreno nació en el seno de una familia pobre en Ciudad de México.


Foto:El Mercurio

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